lunes, 5 de noviembre de 2012



 
BIOSTEAM
No recuerdo la última vez que vi el cielo limpio, desde que todo empezó, antes todo lo que puedes apreciar, de sur a norte y de este a oeste, tenía esa vaga tranquilidad de los pueblos a laderas del desierto, sofocante pero vivo,  disfrutaba al igual que otros de esa majestuosidad y lustre que solo puede otorgar un abrazador sol naranja al atardecer, el ruido de los niños jugando en los áticos, el rugir de las motocicletas de los forajidos, y el vago y lejano rumor de la maquinaria de las recién vuelta a la vida minas de oro, en fin un pueblecillo vivo y animado que nada  tenía que ver con la vida de la cual tan insistentemente habían tratado de huir mis padres.
Sin embargo, ahora, ahora, ¡todo es tan diferente!, solo plomo que cae mientras danza con el polvillo naranja corrosivo,  ese maldito polvo  que mata  todo lo que toca, pensar que a orillas del desierto habían tantas vidas que destruir.
Mi nombre es, Madeline Bovary, soy joven, prefiero guardar el secreto de mi edad, ahora vivo en medio de  un desierto corrosivo,  junto a apenas un puñado de personas, soy… ¡no!, era bailarina; naci lejos de este sitio, en un lugar atravesando el mar, una pequeña isla de el entonces  azul y cálido mar mediterráneo.
En esa isla vivieron mis padres,  ambos de origen francés, Antuan y Charlotte Bovary,  un par de amantes de la vida,  mi padre un profesor de botánica, una profesión recién rescatada de los anales de la medicina alternativa y mi madre cuando no se trataba así misma, trataba las enfermedades mentales de otros, si, es gracioso decirlo, muchos no me creen, pero mi madre era psiquiatra, de las mejores, hasta que decidió traerme al mundo, un mundo que apenas pisaba el borde del abismo, pero sin embargo seguía aferrado,
Como  para no preocuparnos,  a una pequeña liana de vida.
A los pocos dias de nacer, mis padres decidieron dejar el bullicio de una ciudad  turística, para criarme a mí,  a su pequeño ángel en un lugar más tranquilo y apartado de los vicios, sin tanta confunción étnica que pudiera afectarme, así es como vine a parar  a las laderas del desierto más pequeño  del mundo,  en América, donde  poco a poco se había vuelto por necesidad a la época de antaño,  la crisis económica del continente no solo había transformado drásticamente el alimento, vestir y apariencia de los habitantes, al parecer todo a aquí había sido afectado, incluso aquello que considerábamos intocable, la industria tecnológica. A pesar de que en épocas pasadas, el mundo se había movido  hacia una ola pacificadora entre la naturaleza y el hombre, paulatinamente y de la nada, aparecieron grandes magnates que abarcaron  en una especie de monopolio, avalada por múltiples  políticas estatales,  a esta tecnología amante de la vida, haciendo casi inaccesible mucha de estas nuevas maquinas verdes, solo lo lograron algunos países de la entonces Unión Europea, y muy a pesar de la antigua superpotencia que era entonces la decadente América del Norte , ningún país americano logró modernizar para sí,  su infraestructura tecnológica, y como era de esperar, tampoco podía vivir sin una.
Por consiguiente, crecí en un lugar en decadencia, que por alguna razón mis padres adoraban profundamente, este árido pueblecito  que parecía el ojo de la tormenta en un continente que bramia de ira,  era todo lo que yo consideraba patria,  adoraba los atardeceres, la brisa cálida, la alegría de sus habitantes que alumbraban con pequeñas bujías los áticos abandonados a las arañas, la música alegre de  revividos pianos eléctricos que funcionaban insistentemente desde que el ultimo estéreo del pueblo falleció, sin la fortuna de dejar un sucesor, y la barrera económica que lo separaba de los suyos,  entonces y como me contaban mis padres, el pueblecito volvió a aparecerse a los alegres pueblos del viejo oeste y esa sencillez eran el atributo que amarraba a mis padres y a mí a América.
Con el tiempo y tras ver, un espectáculo glorioso de una caravana ambulante del desierto y sus tres atractivas comandantes, un trió de bailarinas caídas en desgracia, comencé a amar el ambiente de la noche, el ambiente de la alegría  del teatro y de la danza, por aquel entonces era un incauta adolescente educada en casa por su demasiado permisivos padres, el mundo se me antojaba un lugar divertido, y el futuro un época que jamás arribaría a mi puerto, al terminar los estudios básicos dejé mi patria y regresé a Europa, ¡valla cambio!, las computadoras inteligentes, los retretes parlantes , las cabinas para llamar donde fuera, pero pronto me harté, estaba rodeada de zombies, de bloquees…  y ¿la arena?, el sol lo cubría una capota gigante y extraña cuando era demasiado fuerte, así desde hace años se sustituía la capa de ozono muerta en este lado de la tierra. Tan pronto termine mi carrera en artes, regresé a mi pueblo, para educar a los más jóvenes, en el arte, en la simplicidad de la belleza de la noches; aunque por esa época y tras haber vuelto del continente de las luces, muchos me creían un desertora avara.
Ese año, mis padre enfermó y mi madre se dedico a su entero cuidado, pusimos una pequeña tiendecita de plantas desérticas en casa, que mi padre cuidaba a través de mi madre  mientras pasaba el dolor de tenerse en pie sentado en una silla de cáñamo traída del sur, yo seguía dando clases hasta que un día, mi padre murió. Ese mismo año y como si  al morir papá lo hubiera predicho, empezaron a venir al pueblo monstruos apocalípticos, de más de 20 pisos de altura,  era la maquinaria de los que no se rendían ante  la costumbre, la costumbre de tener a sus disposición y para las tareas más arduas maquinaria, tecnología,  que dejaban a sus suerte  el extraño, desproporcionado  abandonado e  infrenable instinto humano de construir herramientas. Como dije antes, los monopolios europeos guardaban para sí, las piezas de tecnología más eficiente, con la esperanza de que la sumisa América comprara a precios exorbitantes toda aquella infraestructura, algunos aseveraban y es lo que aun creo, que la intención primaria del súper continente, era y fue entonces iniciar una recolonización, esta vez, no cultural sino tecnológica; sin embargo y a través de los años, se ha visto a miles de pensadores y revolucionarios americanos zafarse de toda cadena de esclavitud; pero esta vez,  sus fuentes en otro tiempo inagotables de materia prima  y conocimientos, ya habían sido totalmente desocupados, en los laboratorios Norte Americanos donde abundaban los eruditos ingenieros ambientalistas, no quedaban sino la huella de que alguna vez alguien los habito, todos habían sido comprados, literalmente,  por el continente europeo y los nuevos americanos, por muchas generaciones ignorantes de todo, se fueron alejando, hasta que generaciones de eco pensadores dejaron sus semillas solo cruzando el mar, una verdadera migración de conocimiento, que  termino por desbastar a nuestra grande América, haciendo que la población  se dividieran en dos, por un lado aquellos que creían en las cosas más simples, en un recomenzar, que daría una nueva oportunidad a la vida,  a una tierra más sana y autosustentable, por otro lado, ricos prodigios y excéntricos, descendientes de personas que vivieron de las viejas corporaciones, que se negaban a vivir sin una infraestructura tecnológica, jamás tomé parte en ninguna, salvo en el criterio de muchos ambientalistas, que creían que solo era preciso comprar la maquinaria a Europa para el sector salud; pero los viejos ingenieros americanos, excéntricos por demás, como decía mi madre, creían que sin necesidad de Europa, podría haber un nuevo “RESTART”, de la tecnología, igual de eficiente, solo un poco más, rudimentaria.
Así, apoyados y financiados, por entusiastas del restart tecnológico, llegaron a nuestra tranquila villa del desierto, la grandes maquinas, que remplazaron las antiguas excavadoras y túneles de minas, con sus muchos sistemas que funcionaban con pistones impulsados por vapor, una maraña de lata, una monstruosidad,  que empezó a escavar al otro lado del desierto, las derruidas y demasiado carcomidas montañas, en busca de materia prima, oro. Entonces se desato una nueva fiebre del oro, como la de hace mucho siglos atrás, pero a mi parecer mucho más enfermiza.
Pronto mi madre, cayó enferma, y para mantener  y cuidar de su salud, tuve que abandonar la escuela, entonces conocí la vida nocturna de la cantina del “sheriff”, donde por una pequeña fortuna semanal bailaba durante las noches a los nuevos habitantes que venían en busca del oro para sobrellevar la crisis, en ese entonces fue cuando conocí a Mr. Mainer, un revolucionario, que en la actualidad había desistido al restart tecnológico, tras la muerte de su esposa en un campo cercano, después de vivir varios días a la sombra de la nube de vapor que emanaba de los gigantes maltrechos. Es un hombre en la mediana edad  alto y sombrío, de cabello color cobrizo que ahora cubre con una máscara, es difícil compararlo con quien ahora duerme a mi lado en una silla mecedera de mimbre, similar en la que murió mi padre. Muchos decían que era un genio, el más importante quizás de la elite del restart, sus conocimientos no estaban limitados solo al campó mecánico, frio e inmaterial de monstruos que poco a poco iban remplazando todo, teléfonos, aeroplanos, incluso edificios inteligentes, el también tenía un lado humano, como me lo dijo tras muchas conversaciones que terminaban en discusiones acaloradas en la cantina “yo también tengo un soplo de respeto a la vida”, Mr. Mainer, también se dedicaba a la rama más preciada del restart, la ingeniería BIOESTEAM, decían las leyendas, que solo comprobé hasta la noche del desastre, que era capaz, con elementos ordinarios, recrear partes humanas, sin mayor esfuerzo, al estilo de las mejores prótesis europeas; asunto que francamente me causaba repulsión, ¿causaba?, aun me causa, como se sentirá, simplemente… ¿arrancarme la mano?.
Todo iba bien, todo lo bien que se podía en medio del caos,  salvo por la inesperada muerte de mi madre, que me dejó huérfana, en un continente nuevamente agitado por un deseo estúpido e irreversible, pronto  y para sorpresa de muchos la montaña milagrosa al otro lado del desierto, tras ser brutalmente perpetrada comenzó a vomitar oro, ¡oro!, un mineral en una tierra cada vez mas azotada, ¿acaso hay ser vivo más noble que nuestro planeta?, las tardes naranjas de la América antes del restart, comenzaron tornarse de un cobrizo enfermizo, muchas familias jóvenes con sus hijos abandonaron la villa, aun si hubiese continuado mi pequeña escuela de danza, hubiese fracasado tras la migración, a mí, sin embargo me tenia amarrada a las arenas del desierto el patriotismo que me infundio mi padre en mis años más tiernos. Mientras extrañaba y lamentaba la transformación trastocada de mi pueblo, al otro lado del mundo avanzaban los rumores provenientes de muchos europeos que Vivian en América, los cuales tras el restart, fueron simplemente o bien repatriados o bien obligados por su propias decisiones sensatas a volver a Europa; al otro lado del mundo, las potencias que hasta entonces estaban esperanzadas en volver a América  para proveerlos de tecnología, así dominar y expandir sus bastaos imperios  y a su vez enriquecer absurdamente aun mas a los magnates de la eco tecnología; tras la noticias de los rebeldes del restart, sintieron amenazados sus planes, pero  sin embargo el detonante no fue el dinero, el detonante la cusa por la que escribo desde una casa derruida en un pueblo fantasma, fue el golpe mortal que dieron los rebeldes del restart al orgullo corporativo europeo.
Europa para restablecer su primacía, pronto respondió al restart, de la nada,  aeronaves de punta comenzaron a sobrevolar zonas que proveían materia prima al restart, pasaron desapercibidas al principio, luego comenzaron ataques aéreos distantes, y por último, el entonces impredecible clima de nuestro planeta agonizante, comenzó a variar, lluvias enrarecidas azotaban el desierto, que pronto termino por derrumbar el territorio estable en los que se apoyaban los gigantes monstruos de vapor, la colina comenzó a ceder  ante la fuerza de la vida liquida que caía a borbotones del cielo y pronto, la poca vegetación comenzó a marchitarse y como muchos temían, tras un aviso acero, se declaro la guerra entre restart y la incontenible tecnología climática y biológica  de Europa, para todos nosotros, e incluso para los más entusiastas del restart, era una lucha que no podíamos ganar, por más que lo deseara nuestro corazón,  sin embargo restart seguía intentándolo, con cañones impulsados por maquinaria que aumentaba la capacidad de las maquinas para lanzar objetos más pesados, más contundentes, pronto comenzaron a crear aviones, destartalados gigantes de latón y remaches impulsados casi que a cuerda, que lanzabas insignificantes misiles de pólvora a las inmensas y colosales aeronaves europeas; durante la guerra Mr., Mainer me dijo algo con lo que concordé “no solo peleamos por nuestra independencia tecnológica, peleamos, para que nos sea devuelto el conocimiento que nuestros mayores construyeron”,  era entonces una lucha por el conocimiento y un nuevo tipo de libertad, una en que nuestro derruido continente, no tenia oportunidad.
Lo inevitable se sucedió, una noche, lo que empezó con una anciana mujer tosiendo, se expandió por casi toda la población, atravesó los boques envenenados del norte, y cruzó el desierto hasta llegar a nuestra villa, muchos fallecieron instantáneamente gracias al virus desatado por Europa, como supe después, hace pocas horas, en el mar, lo sobrevivientes, que fueron casi ¾ de la población, solo vivieron para ver la furia asesina de las aeronaves europeas, que desataron sus misiles de energía atómica sobre nuestras casas hechas de madera y hierro forjado, todo voló, todo era escombros, mi camerino inclusive,  donde estaba,  una viga se vino abajo y quedé atrapada, no podía gritar, solo podía escuchar a los lejos el estruendo de los tanques de los monstruos en la mina explotar, solo veía el maldito polvo rojizo a través del hoyo que había en el techo, no habían estrellas, en mi vida solo vi una, la vida se me escapaba en bocanadas de sangre, a través de la cabeza y de mi brazo desecho, luego quedó solo la oscuridad.

Sin embargo, la oscuridad no fue eterna, gracias a una trastocada mente, a un genio que jugaba a ser el mismo átomo de vida, pude ver de nuevo la claridad a través del polvo cobrizo, no solo el cielo, no solo la luz, un par de lamparones que alumbraban la cara, una voz burlona que decía “Igor está viva”  entonces  me  miró fijamente  una máscara de gas fabricada con girones de escombros, que  protegían de la lluvia de polvo de cobre y plomo toxico que desprendieron los gigantes al explotar , que ocultaba la cara del mísero Mr. Mainer, que al zafársela dejo ver un rostro salpicado por una sonrisa burlona , entonces  dijo “te dije querida, aun tengo un soplo  de respeto por la vida”, solo entonces supe que había sobrevido gracias a él y solo a él, pero… ¿y mis heridas?,  ya no me dolía nada de lo que me dolía al cerrar los ojos, ¿entonces el dolor habría desaparecido como por arte de magia?,  Mr. Mainer, pareció leer mis pensamientos, me dijo “bonita, no duele, el metal sucio y corroído no siente”, volvió a ponerse su máscara de gas, bajo unos los lentes protectores que cerraban y protegían herméticamente sus ojos, señaló mi cabeza, también tenia unos, entonces me los puse, sin embargo no pudieron esconder mi expresión de terror, cuando vi que Mr. Mainer, tras quitarse la bata, en vez de su delgado brazo de otra hora, colgaba de su rútula izquierda una suerte de masa hecha de engranes remaches y hierro, inclinó la cabeza hacia la derecha, tratando de descifrar mi cara de terror “bonita, me ayudo un colega antes de morir, entre él y yo lo hicimos, no quiero alarmarte pero…”, acto seguido se acerco a mí, extendió el brazo recién hecho hacia mí,  traté de sofocar un grito que insistía en salir,  pero al hacerlo  mis labios probaron el sabor metálico de mi propia mano, “la sangre sabe a hierro”, me dije para calmarme sin embargo, mis ojos ya no vieron ni verán sangre nunca más, mi propia mano, era ahora parte del problema que me mantenía sujeta con horror a mi nueva realidad, un genio del restar me había salvado, y aquello que consideraba repulsivo me salvo la vida, ahora, ahora era una pieza de arte bioesteam. Observe mi mano alarmada sin embargo, Mr. Mainer seguía con la mirada perdida “No quería dejarte morir, bonita, ahora tócate la cabeza, lo siento no quería dejarte morir”, eso hice, pase mi mano izquierda, la que continuaba sensible, por mi cráneo, sentí como unos sucios engranes se movían, y algo aun más grotesco ¡un tubo de cobre aliviaba la presión en mi cráneo!, no puede contener la lagrimas, y vocifere con chillidos ante Mr., Mainer, que hubiese preferido morir en el ataque, intente arrancarme violentamente el tubo de cobre, pero Mr., Mainer me detuvo “bonita, el vapor hace que tu lóbulo temporal funcione, sin eso, no podrías moverte”, entonces me detuve, preferí aferrarme a la vida, aunque fuese una vida inmaterial.
El día que supe de mi naturaleza biosteam, lloré toda la noche, y el día siguiente, sin embargo,  Mr. Mainer, salía toda las noches a cuidar a muchos otros sobrevivientes, muchos de ellos sus nuevas piezas de ingeniería,  no solo los cuidaba a ellos, sino que entre varias platicas, que no tenían respuesta de mi parte, trataba de convencerme que incluso la vida puede provenir de un pedazo de metal corrosivo  e incluso, me regaló un alto y bonito sombrero de copa con el cual  cubrir mi cabeza, ahora dormimos en lo que era antes su casa, un cráter con unas cuantas paredes, rodeados de pequeños campamentos, con personas famélicas dentro, rodeados de muerte, sobrevivientes al ataque del orgullo;  suerte que soy zurda y puedo escribir estas líneas,  porque aun no puedo acostumbrare  esta pieza monstruosa que tengo por mano derecha. No sé si agradecer o maldecir a Mr. Mainer, solo sé que estoy viva, en medio de un planeta desolado, un continente muerto, donde un especie se autodestruye, aún sigo cuestionándome, ¿soy un monstro, o simplemente el milagro de un genio?.



viernes, 17 de febrero de 2012

¿DE NADIE?

Es la primera ves, que reflexiono acerca del motivo de titular este blog letras de nadie, quizá se deba a sus pocas entradas, o su pobre contenido, es cierto, estas entradas solo tienen significado para una persona, YO, solo un par de ellas tal ves lo tenga para otra persona, es decir que en realidad solo las entendemos dos personas, ok, ahora entiendo el poco numero de visitas, y los nulos seguidores, y si, mi total descuido.

He dejado de alimentar mi blog, deberia hacerlo mas a menudo,  ahora que lo pienso, se a tornado un diario, pero un diario fidedigno, si no uno donde a manera de metáforas están escritas mis historias mas sensacionalistas, tratare de seguir un estilo mas descriptivo, sin embargo me gusta lo abandonado de este espacio, con mi lista de música, mi foto vintage en el encabezado, tiene mucho de mi, en especial lo desolado. y.. ¡me gusta!.

miércoles, 18 de enero de 2012

DE DONCELLAS Y CABALLEROS

¿Donde están los caballeros hoy?, escondidos en  bajo un seno izquierdo, vestidos de rosa, con los ojos empañados, ofreciendo  palabras de lealtad eterna  sin hablar, actuando en pos y solo en pos de su doncella perdida que, quizás jamás recuperaran, y que , sin duda alguna jamás ha sido suya, perdiendo con el pasar de los días, su voz, su sonrisa, y con todo ello su  condición de caballero galante, porque aquella por la que se han vestido de gallardía, de poemas, de sentimientos y nobleza,  a decido esfumarse junto con todos aquellos atributos por los  que alguna vez le fue concedido el título de caballero.

¿Donde están las doncellas furtivas, malcriadas y desdeñosas? En lugares donde no les afectan las lagrimas, en medio de sonrisas, besos y abrazos, vestidas  con pantalones amplios, zapatos Etnies, chaquetas de cuero y camisas holyster,  ahogadas en atenciones de otras doncellas, igual de desdeñadoras  y ojala nunca  igual de inconstantes; pensando de vez en vez, en aquel caballero dispuestos a  convertirse en una sombra en la historia por ellas,   razón que las obliga a sonreír, pensando que están condenadas a ser eternamente amadas ,adoradas, por  ese caballero fantasma, que se esfumara de su memoria,   ahogado en  nuevas atenciones,   condenado al olvido, por su misma gallardía, plana, constante y por lo mismo  extenuante, demasiado romántica y exaltada, demasiado para estos dias, donde ceder el puesto se considera algo ridículo.